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Nostalgia

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Hay días en las que uno se levanta nostálgico por motivos que, quizás tienen poco de racionales y tienen mucho que ver con determinadas situaciones. Hace un par de días nos abandonó otro de los que hacían, esa ágora denominada Twitter grande. No es el primero, ni tampoco va a ser el último. Nos hacemos mayores. Hay enfermedades que, lamentablemente, acaban con todas las esperanzas de alguien que, seguramente, luchó hasta el último momento para seguir soltando su aliento vital. No son solo los que se nos han ido para siempre. Son también los que, en su momento, decidieron que las redes, los blogs en los que participaban activamente o, simplemente, lo que podía llegar a generarse mediante esa interacción virtual (complementada en ocasiones por esas quedadas presenciales, tan habituales antaño y tan escasas hoy en día) ya no iba con ellos. Creo que no ha sido solo por cansancio. Me da la sensación que nos hemos hecho mayores, algunos más cascarrabias que antes y otros, al final, han sacado algo más que esa patita que si uno hubiera mirado bien ya se intuía cuando todo esto empezó.

Fuente: ShutterStock

Y todo empezó con Twitter. No digo nada que la gente que se pasa por aquí o interactúa en esa red no sepa. Una red horizontal en la que primaba el compartir, el echar unas risas e, incluso, la posibilidad de pasar de esas risas virtuales a una cerveza en buena compañía. Empezaron a surgir organizaciones de docentes interesadas en la mejora educativa, se rompían barreras, se hablaba de ilusión… de ese cambio que llegaría en breve. Salíamos a varios encuentros por semana. Encuentros en que lo importante no era el número de seguidores en las redes, la visibilidad de tu blog ni, tan solo, la cantidad de menciones que recibías. Twitter era una red horizontal. Todos los docentes y personas interesadas en la educación estaban ahí, simplemente, para disfrutar. Algunos se pasaban en número de tuits, otros escuchaban atentamente lo que decían otros pero, en definitiva, no había nadie que no te contestara cuando pedías ayuda. Y no solo profesional. No iba de eso. Nunca algunos entramos en Twitter por eso. Tampoco empezamos un blog para nada más que para el disfrute propio e intentar devolver a la red todo aquello que nos aportaba. Se debatía, se expresaban posturas, se matizaba y, al final, durante ese momento de encuentro desvirtualizador, se establecían sinergias cada vez más importantes. Fueron forjadas grandes amistades. Grandes amistades que, por desgracia, al igual que todo lo que toca el mercado y el dinero, se fueron evaporando en muchos casos. Demasiados para mi gusto.

Cuando veo en que se han convertido algunos de esos que abanderaban la horizontalidad no puedo menos que sentir nostalgia. No sé cómo empezó a degradarse el tema pero, lo cierto es que hoy hay cada vez más personajes interesados en medrar en las redes que personas que buscan aprender y compartir. Antes no era cuestión de fotos. Se hacían con cariño. Hoy se hacen para difundir lo mucho que trabajan algunos. Jamás nos creímos mejores que otros por estar en Twitter o hacer, de forma altruista, ciertas cosas. Ahora parece que debamos alardear de todo lo que hacemos. Y trincar. El trinque también está a la orden del día. Dinero, contactos y verticalidad. Eso que a algunos no nos gusta. Arrastrándose algunos para buscar seguidores, otros para que compartan sus artículos y así poderse dotar de importancia. Nunca fue eso. Al menos para mí sigue sin ser eso.

Cada vez soy más activo en las redes y me enfado cada vez más con ciertas actitudes. Jamás criticaré a nadie por usarlas como le apetezca. Vender o venderse también entra dentro del pack. Cambiar de chaqueta o pasar de decir una cosa a la contraria por dinero, salir del aula o cualquier otro motivo, es algo que va implícita a la ética de cada uno. Traslación de conductas a un entorno que quizás tampoco al principio era como lo estábamos viendo algunos. O quizás sí y ha envejecido mal. O quizás, seamos nosotros los que estemos envejeciendo mal. Quién sabe si no son solo mis percepciones. Llega un momento en que no lo tengo nada claro. Y por ello sigo enrocado en mi visión idílica del asunto de lo de antaño.

Han desaparecido herramientas, blogs colaborativos o el simple hecho de hacer sin tener que demostrar nada. Ahora todo es competir a ver quién es el más innovador. Quién usa la metodología más molona o, simplemente, a ver qué día viene ese gurú mediatizado cerca de mi localidad para ir a verlo. No, no voy a hablar con él pero es que yo soy un fan y él está por encima de mí. ¿Quién ha decidido esa verticalidad? ¿Cuándo fue el objetivo de todo esto tener a alguien más importante que los demás? ¿Cuándo se trasladó la importancia de compartir lo que se hacía en el aula por la importancia de alguien que no la ha pisado nunca? ¿Cuándo se reservaron sillas en las comidas o cenas de las jornadas que se hacen actualmente para guays y para no tan guays? Creo que algo ha madurado muy mal.

Me vais a perdonar el tono de este post pero es que, como os he dicho antes, hay días en los que uno se levanta nostálgico. Dando clase seguro que se me pasa.

Docente desconcertado que intenta encontrar su lugar en un mundo que no entiende. O que prefiere no entender.


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